Roto el espejo salgo, vuelvo a la vida normal, al ajetreo, a las pegas y demás. Cuando paseo aguanto un tiempo sin insertar monedas en las máquinas que me ofrecen la facilidad a cambio de dinero, que felicidad.
Entro a ver los trozos del cristal que fue reflejo de mi faz y mofas del resto. Los pedazos a miles se encuentran por lavabo, ducha y suelo. Con ellos me corto a cada paso, descalzo. Comienzo a asimilarlos, cortan piel y venas para diluirse lentamente en mi cuerpo.
Ahora yo soy yo y mi feflejo, que me protege de la circunstancia.
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