Tras estas palabras chupapolliles pasemos al plato fuerte:
Fui agraciado, junto con otros tres individuos de mi clase, con una visita al programa del martes día 21 de este marzo que se acaba. Sí, amigos... el 3% (coña buenafuentera). Tras unas diez o doce horas de autobús hasta Barcelona, entre las cuales tuve la gran oportunidad de saborear un trozo de tortilla de patatas mohosa, llegamos los cuatro pinchauvas al sitio en cuestión. Por el camino asimilamos una gran decepción: el programa era un falso directo. Comienza a grabarse así como a las nueve y termina cerca de las once (véanse los chistes buenafuenteros con el público en plan "¡Uy! ¡Qué tarde es! ¡No, no quiero ver ni el reloj!"). Pero al fin llegamos al lugar, un polígono barcelonés con todo tipo de naves. Antes de entrar al programa teníamos una recepción en un jotel lujoso cercano donde degustamos patatilias, frutos secorros, cervezuela y refrescosidades de forma gratuíta y sin pagar. El cebamiento por mi parte fue colosal. De allí nos trasladaron al estudio propiamente dicho, el cual asombrosamente se encontraba a pocos metros de donde Sardá y sus secuaces inundaban la televisión de aquella sabrosa y deliciosa telebasura (me la tragaba por doblada estuviera). Una vez dentro nos etiquetan, nos hacen rellenar un formulario en el cual cedemos nuestro careto para todo tipo de posterior explotación y nos ofrecen más suministros ingestivos. Sángüiches y botellas aguosas cayeron en nuestras manos y estomagos de manera automática. ¿Algo más? Pues sí, aún se permitieron el lujo de ofrecernos cava catalán. Y qué rico que estaba.
Llegó la hora, todos en fila y entrada a plató. Oh, amigos... Aquel sitio que había estado viendo por televisión cada semana, que me conocía al milímetro, ante mis ojos. Una de las colocadoras nos llama y nos pone justo en medio de los asientos publicosos. Enfrente quedaba la mesa de Andreu y advertí que era zona "Follonera". Pero, desgracias del destino, otra chica nos coge y nos lleva a los peores sitios del plató: zona alta y a la izquierda. ¿Qué pasa? Que nos olvidamos de salir por televisión. Puta mierda. Una vez hubimos acomodado nuestras posaderas en aquellos odiosos sitios la banda empezó a caldear el ambiente, con Mónica Green a la cabeza (qué bien me cae esa negra, maldita sea). Más tarde el "Licenciado" nos dio unas pautas a seguir por ser público primerizo y, al poco, salió Andreu a escena. Empuñó el micro y lanzó algunos chascarrillos. Todo estaba a punto.
Se encendieron los pilotos. El caso es que como buen jachondo que soy intenté sacar el pescuezo lo máximo posible para que viérais mi maltrecho careto, cual follonero graduado, pero no hubo forma. Los invitados no fueron de mi agrado, pero se intentó disfrutar, y de hecho lo conseguí. Pude ver al "Follonero", mi personaje favorito, pero entre bambalinas, ejerciendo su labor de guionista mirón. Odié más de lo que odiaba ya previamente al barbas de Upa Dans (ese tal Muñoz). Saludé a Agustín Jiménez justo antes de que hiciera su monólogo (Splunge powa). Comprobé que el plató es infinitamente más pequeño de lo que parece en pantalla, que el famoso equipo de 144 profesionales lo son de verdad y que las "estrellas del programa", efectivamente, eran inaccesibles. Pero en resumen se trató de una experiencia reconfortante, un "sueño" (no tanto) cumplido y un plato que me dejó buen sabor de boca, el necesario como para querer repetir... Si acaso algún día, con ese Payne de mis amores...