sábado, 23 de septiembre de 2006

La huida de Aiur

No estoy fino, no me convencen ni mis argumentos ni mis letras ni mis artes bajas en dósis de fármacos X ajenos. Por esto y un par de cosas más desaparezco por un tiempo de aqui. Me tomo un tiempo sin marcar en el calendario el día de vuelta. Cierro la puerta, pero guardo la llave.

Marks: El original te lo doy, tusa. Ese te lo dedico.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Fuera de servicio

Junto a la boca de metro de Fuencarral un tipo de gafas se desploma ante la atenta mirada del gentío que se movía en la mañana del viernes. Se encuentra besando el suelo, inconsciente, inmerso sin quererlo en lo que parece ser una imitación barata del sueño eterno. Los del bar de la esquina acuden a socorrerlo arrastrando una clara actitud agria, debida, probablemente, a verse obligados a soltar la cerveza del piscolabis en la barra. El tío no reacciona por mucho tortazo sutil propinado. Sí, una escena dramática, pero ello no impide que yo siga retransmitiendo mi jugada examinosa del día vía telefónica. Unos golpecitos más tarde, la expresión de la cara del tal señor parece que vuelve en sí. Coge sus papeles y se incorpora, sacudiéndose el polvo cosechado. Los del bar ya conocían al amigo, se nota por el trato. Le dan una palmadita en el hombro y vuelven apresurados a por sus frías cervezas, dejando al individuo moribundo en mitad de la plaza y excusándose al viento. No para de decir “me ha dado una crisis, una crisis”. Un caso. Pero el caso no es ese.

Con el deber cumplido, mi letargo se adelanta unos cuantos días. Pero la piel resentida, una extraña manera de segregar saliva sin descanso y el atropello de mil pensamientos desordenados y sin número no son mis principales preocupaciones… Quién iba a decirme que tras meterme en aquella boca de metro mi apetito por escupir palabras a un teclado se vería redimido sin previo aviso, empujándome a un callejón sin salida. Desde entonces he tratado de buscar una salida, creedme. Y no la he encontrado. Sólo sé que he de reorganizar mi cabeza. Que no puedo escribir más batallitas, ni quiero. No durante una temporada. Simplemente no tiene sentido. No cuando se trata de contar mis andanzas barriobajeras, porque el barrio más bajo que conozco es el quinto piso en el que habito. Y ya que antes que la retirada prefiero el asentamiento momentáneo, diré que antes que el adiós he preferido abandonarme a mi suerte con un papel y un boli, nada de ordenadores, en medio de ningún sitio… para intentar rimar, en la medida de lo posible, lo que me ronde por el glande.

Así las cosas, no volveré por estos lugares salvo para publicar morcillas rimadas que a nadie interesan. No es que sean estos los mejores tiempos para ir por ahí regalando versos. Ni son deseados ni son mis artes tan avispadas. Pero no hay tu tía ni la mía. Es o esto o nada. Y puesto que aún gobierno un algo, alguna parcela de lo mío, desde este post maloliente dejo patente, muy a mi pesar en el fondo, mi cese escriboso durante un tiempo indefinido. Cierto es que hay tiempos más largos que otros… Tened por seguro que trataré de violar mi condicional pronto. Esto, al fin y al cabo, no es más que un volunto voluntoso generado por la confusión que llevo arrastrando desde hace ya semanas, unida a una nada desdeñable falta de interés por mí mismo. Pero no quiero atormentaros ni obtener un pase gratuito de psiquiatría ciberespacial… esto es lo que es, y punto.

Vosotros me entenderéis cuando os diga que ni los cosechados “éxitos” (por llamarlo de alguna manera) estudiosos me dieron esperanza alguna ni hicieron cambiar los sondeos anímicos de mi persona. El mejor plan no era andar tirado de aquí para allá, viendo cómo Paul Allen muere de un hachazo en la cara en “American Psycho”, o videando por vez vigésimo quinta cómo Tim Robbins se escapa entre la mierda de la cárcel en la excelente “Cadena Perpetua”. Grandes éxitos de hoy y de siempre del ciclo permanente de reposiciones que Telemadrid hace que me mantenga enganchado al televisor en las madrugadas, llorando y suplicándole al santísimo padre que baje a instalarme una parabólica. No puedo dormir por la tarde y malvivir por la noche como vengo haciendo. No puedo tirarme dos horas mirando la pared, sentado en un rincón, sin parar de segregar esta dichosa saliva, tragándola hasta sentir náuseas y vomitar en el baño. Con un baile de gelocatiles y almaxes de cuidado que hacen de mí, poco a poco, el yonki que nunca quise ser. No, no puede salir un post sano de la mierda en la que me revuelco. Opto por la poesía insana, y que sea lo que Mahoma quiera.

El problema no es que no me vea recompensado, que sí y con creces. El problema soy yo. Que no soy, una vez más. Necesito tiempo. No sólo me desamueblo en mis fueros internos, sino que cambio de aires sin quererlo y de universidad y de modo de verme. Que me pierdo en un mar de pulseras, dibujos, escritos… Veo… veo cómo pierdo kilos sin quererlo, postrado en esta silla.

La cumbre del cinismo inusitado se dio hace unos días, cuando en unas de mis rachas cantarinas, y cantando precisamente "Happiness", en mitad de la canción se rompió una de las cuerdas de la guitarra. Podía ser cualquier cosa menos un buen presagio. En suma… Me cansé de cantar. Me cansé de relatar batallitas y de engañar mi paladar fingiendo que encuentro alguna dulzura en ellas. Gilipolleces. No son más que gilipolleces de bajo calibre. No puedo seguir por esos derroteros. No de este modo, no estando así, porque acabaré perdiendo cualquier interés. Y antes de echarme gasolina o que me la echen paro, bajo, y al paro.

Perdón por un post emborronado y fallido. Ya van cuatro amaneceres vistos y sentidos en total soledad. Ni adiós ni hasta luego. Esto no es nada. Puede que aquel tío de Fuencarral estuviera en lo cierto: me ha dado una crisis.

Nada tiene sentido

domingo, 17 de septiembre de 2006

Eco

Las cosas no suceden por azar, no al menos la mayoría. En la vida no todo es un gigante parchís dictatorial en el que debes contar veinte si te comes una. Ni nos regimos por dados, ni los lanzan los dioses en cubiletes.

Soy el pringao de cada esquina, el albañil que no lanza piropos, el acusica que nunca señaló, el cuenta cuentos sin libro, el fan sucedáneo de sabina sin rimas ni Whisky.

Soy memoria escasa y turbia, soy dolor indefinido, soy despojo de formas parecidas a terceros, soy un par de ojos que quieren ver futuro, soy un cerebro que piensa mal, y a veces demasiado.

Soy quien ha vuelto a perder sin empezar tamaña partida, soy un tú, pero sin dios. Un yo, con esperanzas. Un alguien con desgana, un algo repulsivo.

De recuerdo y como prueba quedan un par de canciones, unas fotos perdidas, y los "Te quiero" almacenados en el primer cajón de la alacena… para comerme alguno de los que no me diste, cuando me falten las fuerzas.

Es todo como un eco que se lanza con fuerza, solo que recibes lejanas imitaciones de tu voz, notando que cada vez, la voz suena menos. Y en unos segundos… muere.

viernes, 15 de septiembre de 2006

Malestar

Con este cigarro quemandose entre los dedos propino a mi cabeza otro golpe, otro giro de guión. Una provocación maniquea para el Euskaltel que más quiero, con estas ropas, las que peor me sientan… con este escrito sin sentido o con las imágenes que puedo ver tan solo yo. Prefiero ante cualquier otro rompecabezas, acabar este puzzle de compuestos infinitos que nunca cobra forma. Tan solo pido que me arrope el frío mañanero y de regalo me preste por un tiempo un constipado que me tenga en cama, una fiebre que adormezca los sentidos y tiriteras para aprender a erguir un pulso inamovible.

A ratos

Suelo pensar que no expreso lo que quiero con palabras ni con lápices y por mucho que me esfuerzo solo digo estupideces. Suelo pensar que soy una historia mal contada, un cómic sin portada, una caja de zapatos que no guarda nada. Suelo pensar en querer, amar, desear, y nunca acabo. Suelo pensar en Vicodina, en el dolor, en la apatía. Suelo pensar que tengo mala suerte, que he perdido el tren, la parada, la estación y sus vagones. Suelo pensar en la sombra de la esquina, en la letra de canciones. Suelo pensar que soy una gran mina sin carbón y que cada vez que quieren sacar algo me tachan de cabrón. Suelo pensar y en nada quedo, suelo hacerlo, y a pocas conclusiones llego. Suelo pensar que pienso, y que luego… existo.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

martes, 12 de septiembre de 2006

sábado, 9 de septiembre de 2006

Todos los platos

No es lícito medir la envergadura
Del barco que navega en nuestros llantos
El mismo que encalla en Extremadura
El mismo que ha vivido ya unos cuantos

No quiero compartir esta amargura
Ni admitir que fueron míos los tantos
Que dieron con tu pie en la sepultura
Por no saber mirar por tus encantos

Y si esta puta piel me representa
Es justo que quieras pedir la cuenta
Aquí nadie obligó a firmar contratos

La Trina, aquella rama, el “tremendito”
Mi guitarra entonando la de Fito
Van a hacerme romper todos los platos

viernes, 8 de septiembre de 2006

De otro mundo

Heroína, de Sin City. Pensadora como la que más. Perfumada camisa con aquel olor a fresa, distintivo entre sociedad. Inconformista con su vida. Unos padres que no supieron apreciar. Este amigo, que no es ni divino ni tesoro… no te aprenderá a olvidar.

De estar así, tan harta, Marta decidió expirar.

jueves, 7 de septiembre de 2006

De ensueño

Por unos instantes pienso en todo lo que he vivido, pasan imágenes de algún videojuego interactivo en el que todo mínimo detalle cuenta haciéndome ver las equivocaciones cometidas, los errores que no corregí.

Me juega una mala pasada la memoria y todo para de repente. Acabo de darme cuenta de algo: No recuerdo quien soy durante un leve instante. No me alarmo, sé donde estoy, y la inmensidad de papeles y post-its con anotaciones escritas con lo que pienso que es mi letra, van dándome algo de lucidez. Ya soy yo de nuevo, sé quien soy, cómo soy.

Abro los ojos, ya he despertado. Estoy inmóvil sobre la cama. Miro a mi alrededor y no sé donde estoy, esta no es mi habitación… es demasiado blanca, no hay un solo póster, está limpia. Levanto la cabeza y miro hacia todos lados. No entiendo nada, no comprendo lo que ocurre. Quizá haya perdido la cabeza, quizá haya olvidado cómo usar mis propios sentidos.

Veo una sombra. No es mía, no corresponde a mi inseparable cuerpo. Se mueve y contonea sinuosamente, quiere atraerme. Noto que me fallan las fuerzas y cierro los ojos aunque no quiero.

Estoy ciego, no veo más que oscuridad, ahora solo escucho sonidos estridentes, gritos. Eso es bueno, no he perdido la cabeza del todo, sé usar mis sentidos. Solo he perdido la vista. Noto como mis párpados recubren cada pocos segundos los ojos que me sirvieron fielmente. Mi audición es perfecta, mi olfato detecta un aroma… frambuesa. Es un olor tan dulce que casi resulta vomitivo. Mi tacto, no puedo moverme. Pruebo a mover los dedos de mis manos y hay suerte, noto algún tipo de tejido, no es de ninguna sábana. No estoy en una cama. ¿Dónde cojones estoy?

Hago esa pregunta un par de veces para mí mismo, la tercera vez la susurro. No obtengo respuesta.

Puedo moverme, me estoy moviendo y no me duele nada. Me siento sobre la superficie en la que estoy, no puedo colgar las piernas. Se me olvidó que esto podría no ser una cama. ¿Suelo de tela…? ¿Donde cojones estoy…? Noto una presencia muy cerca. Estoy atento a cualquier sonido, preparado para lo que sea. Siento en la cara algo extraño, un cosquilleo. Llevo las manos a la cara. La estoy tocando, pero no la siento. No entiendo nada. Y no dejo de pasar mis manos por aquella piel hasta que alguien para mis manos con las suyas. Ahora son sus manos quienes tocan mi cara, ahora siento mi cara, siento las manos de algún desconocido. Me tranquilizo. Mis labios. Joder, me están besando. Parpadeo una vez más. Parpadeo otra. Veo una chica desnuda que me besa. La veo en tercera persona, como si lo grabara en vídeo alguien con vocación de director de cine porno casero. Se separa de mí unos centímetros. Ahora lo veo todo desde mis propios ojos.

Estoy preparado para todo, excepto para esto. Hay alguien encima mía, una chica. Me gusta su pecho. Miro hacia todos lados mientras la chica se va echando sobre mí. No entiendo nada. Un momento, siento dolor… tengo algo que me presiona el pecho, un puto cuchillo. Está a mi izquierda y sangra más de lo que me gustaría. La cara de la hermosa chica ahora se torna con gesto sádico. ¿Por qué así? ¿Por qué ahora? Noto una textura extraña con los dedos de las manos. La noto fría… ¿Suelo de tela…? ¿Dónde cojones estoy…?

He muerto, y lo sé porque dejé de notar los latidos de mi corazón hace un rato. Dejé de ver casi al mismo tiempo. ¿Quién soy? No recuerdo mi nombre. Todo es absurdo, demasiado surrealista.

Acabo de abrir los ojos. Estoy empapado en sudor, tengo frío y miro al techo continuamente. Tengo los pies donde debería tener la cabeza, estoy al revés. ¿Estoy loco? ¿Dónde estoy? Estoy en mi habitación. Tomo una postura de 90 grados sobre el colchón mientras compruebo que la textura es la habitual en mi sábana. Veo ahora anotaciones en papeles de color amarillo. Cojo las gafas y leo una escrita en negro que dice que escriba los hechos de mis sueños y los separe de los de la realidad.


Creo que es mi letra. No recuerdo tan duro el colchón.

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Esedé

Esta es una muestra de aburrimiento acerca de cómo pueden afectar los exámenes de septiembre, aunque no se tengan... el caso es que Marks si los tiene pendientes por ahi.

En fin, un dibujo jachondo en el que nadie se parece a quien debería.

lunes, 4 de septiembre de 2006

De esas veces

Desperté atolondrado en plena madrugada y me puse a abrazarla. Pero no la encontraba. Su imagen no era más que un sueño vago, pues en lugar de su cintura encontré una fría almohada. Engañado, una vez más, por el olor que dejó impregnado en ella la noche anterior. No hacía ni una hora desde que seducido por el sueño decidí enterrar mi cuerpo bajo las sábanas.

Desvelado, traté de hallarle lógica a los esquemas que hice antes de acostarme. No sé en qué estaría pensando cuando los hice… Mientras, por la ventana abierta pasaba el sonido lejano del camión de la basura. Entonces reparé en que la hora, el momento, las ganas… todo era igual… Pero ella no estaba.

La busqué impaciente en los pasillos de mi mente y por un momento creí verla. Pensé que para haber llegado tan lejos no debía querer ser encontrada y justo cuando iba a irme me paró agarrándome del brazo. Yo me temía lo peor, el rifi-rafe siempre está ahí, eso es así. Pero entonces se me acercó al oído. Si algo es verdad es que los te quieros susurrados son más te quieros que gritados.

Nada. Una ensoñación. Verla apoyada en la ventana. Medio sonámbulo, cuando salgo a merodear. En esos momentos en que los colores se amontonan y confundes el calor con el frío. Cuando sin estarlo, sin embargo, sigue estando. No hace falta decir más. Esbozando una sonrisa pensé que ella y sólo ella tiene la cualidad de dejarme siempre con ganas de más. No se lo he dicho. Pero lo sabe.

Me dije de acostarme a su lado, cuando ya sólo de ella quedaba un reflejo. Y mientras me hallaba dándole vueltas a lo uno y a lo otro, quiso el viento despertarme de mi trance cerrando de golpe la puerta. Entonces supe que estaba tiritando.

Mis horas de oficina

domingo, 3 de septiembre de 2006

Y más allá

Lo único que digo es que no puedo seguir, me impide la moral con su cojera y dolorida quijotera proseguir con tal empresa. En quiebra, así salgo por la puerta. Con los bolsillos y el corazón vacío, dolorido tanto como Adán y Eva al ser expulsados de su paraíso, justo al verlo perdido.

Paso ya de tu presencia no existente y aún así persistente en esencia. Me dedico a la rima fácil y cutre, donde me dejan estar sin molestar. No incordiar es la única regla de mi infierno personal.

Me mandaste por correo a una dirección desconocida y llegué, ahora pretendes que al salir ni tan siquiera me queje al poder respirar tras tanto tiempo pasado encerrado en ese cajón gris y no tan feliz como pensabas.


Ahora me pides que me vaya por ahí, que me pire, que me largue, que no tarde en partir. Y es curioso lo que pienso, puesto que conforme me alejas todo este cuento cobra ahora sentido y tiene moraleja: La derecha no es el buen camino, prefiero la izquierda. Acercarme lo desestimo, prefiero ir más allá… a la mierda.

sábado, 2 de septiembre de 2006

Jam sexion

Con su premio de consolación, salpica la vida con sus trocitos de mierda. La felicidad está en ése pozo de gozo situado a lo lejos, cegado himen mediante para que nadie caiga hasta que deba caer. Es la vida, violadora en esquinas, folladora profesional, puta específica en ciertas fantasías… especialidades a la carta sin destino, solo nombres. Coprofilia que huele demasiado, Gang Bang que te ciega y ahoga, Cream pie húmedo y jugoso, Gagging que te hace escuchar el palpitar de esa polla en tu garganta, pero en fin, ya me entiendes, te quiere follar como un animal, doggy style puro, versión anal. La vida vive sin sexo, usa los juguetes disponibles: te lo hace por sorpresa. Intenta joderte, abrir tus nalgas y penetrar a lo más hondo de ti sin temor a dolores o quejidos… cuantos más mejor, firmar con su marca los cuerpos con cicatrices y lograr que no se borren.

Pero cuidado, si ves que la vida se corre, gozando de ese acto envuelto en masoquismo… simplemente pon cara de circunstancia, cierra los ojos y espera que llueva alcohol metílico. Descifra el algoritmo. Luego límpiate la cara, déjate llevar y reza porque no le dé por fumar. Peor es si incordias en tal acto a la vida, puede matarte al instante y ahogarte en saliva. Y si por casualidad le caes bien recibirás un consolador como regalo, resultado de la creación en metáfora.


La vida es muy puta y bien lo sabes, una zorra que como el azar, echa los dados a ver que sale, a ver que toca. Déjala que escupa, suba a su altar y se confíe al hacerlo en tu boca. Confabulemos contra ella, desconfiemos de la misma. Haciendo mella en su caprichosa voluntad sin piedad y con más pene que gloria.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Café

Hace unos días me movía inquieto en el taburete. Decidí echar un vistazo a mi zona ojetil y corroboré mis sospechas: tenía el culo cuadrado. Para aliviar el peso que mis posaderas tienen que aguantar cuando al bueno de su criador y mejor amigo le da por sentarse a organizar escritos, puse firme mi esqueleto y me dirigí a la despensa. Tras propinarme los consiguientes masajes anales, eché un vistazo prolongando en ese mágico momento en que tienes que elegir algo que llevarte a la boca ante una despensa llena. Mmm… Patatas fritas… Crispis… Mmm… ¡Oh! Avellanas… Sí… Pero… Yo es que… CAFÉ. Encendí entonces la cafetera y esperé a que el agua se calentara, preparando mientras tanto la cantidad cafetil que consideré idónea para seguir almacenando datos en mi cabeza unas cuantas horas más, hasta ver que el Sol llamaba a mi puerta.

El café, al igual que la cerveza, es algo que no gusta la primera vez que se toma. A mí no me gustó, tuve que acostumbrar al paladar durante varias sesiones. Incluso rehuía de él, la primera vez que lo tomé fue únicamente buscando sus efectos trasnochaderos, cual drogata de pañal y biberón. Estaba dispuesto a suspender el examen de naturales de junio cuando mi madre recogió mi toalla del suelo y me dijo que con la ayuda del café lo conseguiría. Minutos más tarde estaba chutándome cafeína en cantidades industriales. Sabía a perros aquello del café, pero consiguió que pasara la noche estudiando y aprobara el examen con un maravilloso cuatro y medio, que se subió, por pena, a un cinco.

No tardé en arrastrar de nuevo mi cuerpo por tierras colombianas al encontrarme bajo las mismas condiciones estudiosas. Pero no era mi primera vez, amigos, y, como bien sabéis, siempre gusta más en las segundas que en las primeras. Así pues, con el tiempo he conseguido deleitarme ante el sabor de un buen café. Ha llegado a gustarme en todas sus variantes, sintiendo preferencia por el Capuchino, y prefiriéndolo, en cualquier caso, de máquina. Sin embargo, este bagaje mío, carente de cualquier interés, me ha llevado a notar algo, sobre todo en los últimos cafés albergados en mi estómago… algo que me obligaba a enfundar el pene recién sacado tras catar la primera gota del primer sorbo…

Entonces, como decía, el Sol decidió llamar a mi puerta cuando el vaso de café ya sólo lo poblaban dos maltrechos hielos a medio aguar. Me quedé mirando cómo el culo del vaso manchaba con su clásico círculo marrón mis apuntes y pensé que había descifrado por fin el problema de mi pérdida de erección cafeínica. Y es que hay cosas que tienen la peculiaridad de disfrutarse únicamente cuando te acompaña la gente que tiene que acompañarte. Es algo con lo que se podría generalizar. Pero amigos, el café es una de esas cosas que sólo se disfrutan de verdad cuando estás en compañía. Vale que, como todo, tenga sus momentos. No soy contrario a la soledad, la visito con frecuencia. Pero al igual que no es lo mismo beberse un café solo que con leche, no es lo mismo beberse un café solo que acompañado.

Vueltas en la mesa de un café jaenero