domingo, 16 de diciembre de 2007

Bien pudo ser Galatea

Y siempre es igual. Soy yo en un plano general, tropezando de cuando en cuando con vestigios concluyentes, constancias que ella, inconscientemente, ha ido dejando por la casa. No fue un sueño, los dos lo sabemos, y tampoco fue un día más, de lo contrario no repararía en ello. Un cabello, uno y sólo uno, negro, solitario, en mitad del baño, me hace imaginarla amasando con delicadeza su pelo hasta atraparlo con la pinza. Son dos los mechones rebeldes que escapan a la presión del muelle, algo totalmente premeditado que configura su imagen de forma que no quepa ninguna duda de que realmente es ella.

Numerosos envoltorios y desechos de la noche anterior crean flashbacks en mi cabeza. El tomate en un calcetín, el cojín, justo donde cayó, su tenedor, sucio, pero no sucio, sino churretoso, como a ella le gusta dejarlo. La silla en mitad de la alfombra. Las sábanas dibujando su última postura, y la almohada, que me devuelve el olor, su olor. Es el olor de su colonia o es el de su cuerpo... jamás los supe distinguir. Son uno: es su olor, y cuando lo huelo sé que es de ella, porque no hay otro igual, porque, como un animal, sabría reconocerla hasta con los ojos vendados. Y hay más: una guitarra mal colocada. Dos vasos vacíos. Una pila de cacharros que nunca dejé que lavara. Insistió las veces justas, las conté y los dos sabíamos que no los lavaría, porque yo nunca quiero que lo haga, porque sé perfectamente que lo haría.

Y nunca se deja nada salvo esas pequeñas cosas. Suficientes para que nadie más que yo sepa que ha estado, el tiempo que haya estado, el necesario como para que quiera volver a estarlo. No se ha dejado nada, nada que cualquiera se hubiera dejado... ni la cartera, ni la pulsera, ni el reloj. Se ha dejado en la repisa el disco que estuvo mirando, el pijama doblado, la manta deshecha. Me ha dejado con un cepillo de dientes mojado, con una película a medias.

En la nevera está el postre que nunca se tomó. En mi estantería el hueco de la última película que quise que viera. Me ha dejado sin ella y mi cara representa el desencaje, con la mirada de quien busca y no encuentra. Y aunque ella no lo sepa, nunca puedo esconderme de su ausencia.

Espiral

lunes, 3 de diciembre de 2007

Helarte de dormir

¿Cómo puede roncar así un niño de once años?, pensaba mientras daba vueltas en la cama, justo al lado de un chaval que dormía a pierna suelta y al que sólo le había costado entrar en trance un maldito minuto. Nos acostamos a las cinco, después de toda una noche de lujuria y desenfreno a base de botellas de la más selecta agua mineral y comedias clásicas al estilo "Hot Shots!". Extasiados, tiramos la toalla y decidimos guardar energías para el día siguiente. Pronuncié su nombre un par de veces una vez arropados y sólo logré contestación tras hurgarle con el dedo en la nariz, la gente puede llegar a ser muy violenta cuando atentan contra su sueño... Tras hojear tres páginas de un libro decidí que si quería "madrugar" el mínimo recomendado debía ir empezando a coger postura... Tenía todas las papeletas para caer pronto: era tarde, mi acompañante no era más que un cadáver escondido entre las sábanas, la lectura había logrado entornarme la mirada y aún no eran las seis, ningún molesto rayo de sol se colaba entre las persianas.

Pero amigos, es suficiente saber que me debo despertar a una hora determinada, que no habrá más cojones, que hay que dormir al grito de ¡ya!, para pasar la jodida noche en vela. Quizás pequé demasiado apurando el reloj hasta las seis y media, hora a la que supe que sería una "noche de esas". No hay ovejas que valgan en ese momento, estoy perdido. Decidí girarme, hacia un lado, hacia el otro, una vez más... Nada. Metí las manos bajo la almohada y traté de darle a la imaginación. Me estaba poniendo nervioso por momentos. Respiré hondo y relajé la espalda. El viejo truco, pensé, y una recopilación de mis mejores momentos eróticos en edición coleccionista pasó por mi cabeza, aquello había conseguido hacerme dormir tantas veces con una sonrisa en la boca que parecía mi última salida; tan sólo logré conseguir una erección de caballo, acompañada por el consiguiente bochorno de pensar que tenía a mi querido primo a menos de un metro de mí. En algunos países aquello tendría cárcel como mínimo, así que traté de cambiar de táctica: me puse boca abajo. Siempre me había parecido una postura de lo más incómoda para dormir, y más ahora que estaba medio follándome el colchón, pero tenía que intentarlo. Y cuando parece que lo voy a conseguir mi primo cambia de postura y agarra un ritmo de respiración de lo más vehemente. Como respuesta opto por otra vieja táctica, de lado y con un brazo tapando la oreja descubierta. Con un poco más de paciencia todo llegaría a su fin.

Pero uno es curioso, y no pude evitar mirar el reloj... las putas siete y media de la mañana. Cinco horas de sueño en el mejor de los casos. Trato de calmarme fumándome la almohada. Retraso el despertador media hora, como queriéndome engañar aún a sabiendas de que una actuación de ese estilo sólo logrará hacer que no me duerma en la siguiente media hora. Qué le vamos a hacer, soy así. Pero digo ¡qué demonios!, me pongo panza arriba y pienso en verdes praderas, en dulces ciervos saltando vallas, en la brisa mañanera primaveral y en aquellos dos colibríes que se hicieron carantoñas en la rama de un bonito roble... Mi primo empieza a roncar y yo no me lo puedo creer. Trato de hacer ruiditos ridículos en su oreja con el nefasto resultado de acrecentar sus rugidos. Le intento despertar sin éxito y termino por girarle completamente. Consigo que pare, me acuesto y vuelve a empezar. A la mierda. Me voy al sofá.

Tras realizar el Kama Sutra hasta encontrar la posturita me doy cuenta de que se me está poniendo mal cuerpo. Mi tripa baila al son de ritmos africanos y cuando pido unirme a la fiesta no me dejan entrar por llevar calcetines blancos. Voy a por le botiquín y me tomo un Almax. ¿Por qué? ¡Yo qué sé! Vuelvo y todo sigue igual. El reloj marca las ocho y pico de la mañana y me obligo a reprimir un par de lágrimas que amenazan tormenta... Finalmente me levanto y empiezo a dar vueltas, a pensar en todo a la vez, a tocarme las pelotas. Exhausto después de tanta mierda vuelvo a mis aposentos y contemplo a mi primo. Le envidio. Envidio a toda esa gente capaz de dormirse en cualquier esquina, bajo cualquier condición... y como queriendo imitarlos caigo rendido en la primera postura y me meto de lleno en el más profundo sueño que había tenido desde hacía meses... tres horas después el despertador anunciaba el inicio de un nuevo día.

Pase lo que pase, siempre amanece. Y esa es la única verdad.

Noche soleada

martes, 20 de noviembre de 2007

Maremotos Verbales - Vol.18

En el ascensor de mi bloque, ayer:


(Suben al ascensor una vecina y su perro salchicha.)

MARCOS
Buenas.

VECINA PERRUNA
Hola.

MARCOS
¿A qué piso va?

VECINA PERRUNA
Al tercero.

(Marco los pisos. Pasados dos segundos el perro me olfatea y me mira cariñosamente. Ambos sonreímos. El perro desenfunda y comienza a follarse mi pierna ante la pasividad de su dueña.)

MARCOS
Esto...

VECINA PERRUNA
(Como si nada.)
¡Bueno va! Jaja... No lo entiendo...

MARCOS
Me va a ensuciar...

VECINA PERRUNA
¿Tienes perro?

MARCOS
No.

VECINA PERRUNA
Pues no sé, chico... Se supone que en esta época ya no debería estar así...

MARCOS
Conmigo ha hecho una excepción. Suele pasarme a menudo.

(Llegan a su piso y se bajan. El perro y yo nos despedimos guiñándonos un ojo.)



INFO:
Polvos de ascensor. Quién dijo miedo.
Mi bloque está lleno de pirados (me incluyo).

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Dichoso corazón

Ilustras las portadas de mi cuento.
Impones sin quererlo la censura,
hay palabras que se las traga el viento
si atentan contra tu linda hermosura.

Fabricas esa dulce mermelada
que corre por adentro de mis venas,
el simple contemplar de tu mirada
sanea la más triste de mis penas.

Lo siento si el papel que desempeño
te roba alguna que otra hora de sueño
o tira los tabiques de tu choza.

Dichoso corazón que sólo late
cuando quieres llegar al desempate
dejándote ganar siendo mi moza.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Aventuras en el Mágico Mundo de Móstoles

Tras un tiempo ejerciendo de estrella en cortometrajes de bajísimo presupuesto y comprobar que mi caché y popularidad han ido cayendo empicado desde el mismo día de mi nacimiento, he decidido desarrollar mi vena más friki, ese insulto que no es insulto sino para quien no conozca su significado (frikis también, por otro lado). Demasiadas horas compartiendo una botella de ron con el individuo que regenta una de las webs más estrambóticas que conozco han terminado por convencerme para mandar a paseo mi sentido del ridículo y dejarme con el culo al aire. Una serie de proyectos abanderados por el absurdo se han ido apoderado de nosotros... y nosotros, zorras consumadas, nos hemos dejamos embaucar...

Si alguien me hubiera dicho hace año y medio que un ejercicio de gilipollismo avanzado como el que hoy os presento daría lugar a una completa página web con todo lujo de detalles y una mitología con mitología propia... simplemente me habría sonado los mocos en su chaqueta. Pero la ficción, en este caso, ha superado la realidad. Gracias al entusiasmo de Kike por la idea de colgar en forma de blog unos escritos del todo absurdos que redactamos cuando compartíamos pupitre en aquel colegio pijo en el que enseñaban carreras por un módico número de millones pesetosos (ay... que aquellos tan tiempos...), nos hemos sacado de la manga todo un relato (bajo un título que reza "La Escoba del Poder") y una página complemento del mismo (con el nombre de "Las Crónicas de Nano"), donde la soplapollez, pura y dura, encuentra al fin su hogar.

La historia es simple: Nano es transportado al Mágico Mundo de Móstoles, donde se hará amigo de una lavativa, de nombre Franco, y de un ratón llamado Código de Barras, y con los que correrá rancias aventuras en su peculiar cruzada contra los almorranos y su maléfico plan de repartir soja gratis... Bien. Lo que en un primer momento puede parecer una gran chorrada, en realidad... LO ES. Y eso es lo bueno, tratar de dejar claro desde un principio principioso que las pretensiones literarias del relato están bajo cero y dar rienda suelta a la tontería. ¿Sabéis cuando algo es tan triste y cutre que se convierte en algo grande y sin par? Pues no, ese no es el caso. Pero, ¿sabéis de esos chistes malos que de lo malos que son te arrancan una leve sonrisa que acaba por avergonzarte? Ese es el caso.

Cierto. Estáis ante un post publicitario que muchos otros dejaron de leer en la tercera línea. Pero lo cierto es que me he propuesto colaborar en ambos sitios para lograr mantenerme de alguna manera despierto. El ajetreo de estos días es tan triste que no me da ni una mísera anécdota que relatar, salvo lloriqueos vespertinos menguados a punta de almohada. De momento sigo mirando detrás de cada esquina, buscando esa historia que nunca me atreveré a relatar aquí...


Desde aquí podéis acceder tanto al blog del relato como a la
página que sirve como guía. O simplemente tecleando:

http://lascronicasdenano.ya.st
Es hora de abstraerse...

viernes, 26 de octubre de 2007

A sílabas cuntadas

Uno de mis clásicos recursos regaleros, cuando el dinero escasea o cuando se me hacen de rogar, es dedicar un soneto, unas rimas que suplan el agravio de desplazarse a buscar algo que merezca la pena para el sujeto en cuestión. A veces sin venir a cuento, dedico poemas a gentes variopintas a las que ni yo entiendo por qué les he rendido pleitesía. Simplemente han despertado en mí una cierta curiosidad que desemboca en un par de endecasílabos, una tarde cualquiera, y me he sentido en la obligación de terminar la obra inconclusa, añadiendo bajo el título la dedicatoria.

Hace algún tiempo planeó sobre mi mente la idea de llevar a cabo un proyecto del todo suicida. La idea era hacer llegar de alguna manera una serie de sonetos a quien yo considerara oportuno, unos sonetos aún por escribir y sin necesidad de un orden distintivo. Los destintarios simplemente deberían tener o haber tenido algún tipo de enlace con mi persona, una vivencia, una época en común, un lazo familiar... Todo ello teniendo muy en cuenta que mi falta de experiencia haría palidecer al lector más acostumbrado a tratar con estos menesteres y que en el fondo no buscaría la crítica literaria, sino más bien que sepan que aún siguen vivos de alguna manera en mi cabeza.

Habiendo sumado ya un número consierable de sonetos dedicados (una buena muestra se encuentra en el Sector Poético de esta misma página), y posiblemente como autoimposición ante la necesidad del ejercicio, surgió esta idea de rellenar el tintero para hacer frente a una nueva colección de inéditos dedicados a dios sabe quién. Como idea no estaba mal, al menos para mí. Pero quise añadir un nuevo obstáculo, y resultó ser el empleo de cartas manuscritas a la hora de adjudicar las piezas.

Así, la que parecía una simple idea cervecera se convirtió en todo un acto romántico que empecé hace no mucho con la primera carta y bajo el título "A sílabas cuntadas - Sonetos por correspondencia". En muchos casos no he previsto contar con el beneplácito del destinatario, puesto que uno de los ingredientes de este pastel, quizás mi favorito, es poder hacer llegar rimas envenenadas a viejos y clásicos "enemigos". Todo vale, siempre y cuando se respeten unas reglas de moralidad y se lleve a rajatabla la métrica. En poesía el amor y el odio entran en la misma sala, se dan la mano e incluso brindan a la salud de su oponente.

Si quieres recibir una bonita dedicatoria siempre te queda el recurso de enviar "poema" al 7777. Si quieres jugártela a una carta, házmelo saber. Y si pasas olímpicamente de esto, has de tener en cuenta que es un proyecto a largo plazo y que, probablemente, dentro de algún tiempo recibas uno de mis andrajosos folios envuelto en una carta.

Trabajos de amor encontrados

martes, 16 de octubre de 2007

Gilipollas por un día

Hace poco tuve la caída más acojonante de mi vida. Todo sucedió, como debe ser, demasiado deprisa. Mi reloj biológico, ese descelerado cabrón, me puso contra las cuerdas en nuestra primera cita. Los sudores no tardaron en aparecer tras un par de piruetas demasiado arriesgadas, superadas con éxito gracias a este físico que dios me ha dado y que he tuneado hasta la saciedad. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando quise mirar el suelo era demasiado tarde, tropecé en un pequeño escalón al cruzar la calle. Hay dos tipos de caidas: la pim-pam, clásico entre los clásicos, y la ra-ta-ta-ta-ta-ta-plás, esa en la que no ves claro cuándo besarás el suelo. Lo bueno de la segunda modalidad es que puedes pasar del ridículo más impresionante a convertirte en un héroe. Sucede cuando tras el ra-ta-ta-ta-ta-ta no viene el plás. Consigues salir ileso tras unos segundos de incertidumbre, activas la sonrisa, te secas el sudor y sonríes para la foto. La mía acabó en un plás de lo más salvaje. Mi vida pasó ante mis ojos en ese momento de incertidumbre tropecera, tres segundos bastaron. El resultado: un cardenal en la pata derecha y arañazos y calenturas en la mano izquierda. Total, para lo que pudo haber sido no estaba tan mal. Si todo hubiera quedado ahí, la desgracia no sería tal. El problema es cuando hay un público asistente que ve por cumplidas las espectativas que anunciaban en taquilla. Lo único que puedes hacer es recoger los pedazos rotos de dignidad del suelo, remontar vuelo, aderezarte la melena y fingir que es el mejor día de tu vida. No vi a nadie reírse, pero lógicamente lo harían, yo lo habría hecho a grito pelado. Una hostia así lo merece.

Esta mierda es necesaria. Las gilipolleces hacen que el mundo gire, son las desgracias ajenas (dentro de unos límites) las que activan tu sonrisa más deshonrosa y sacan al capullo que hay en ti, lo cual es absolutamente necesario. Pero hacer el ridículo y pasar factura por ello no es algo gratuíto, hay un feed-back que debes asumir y respetar y muchas veces te tocara a ti convertirte en gilipollas, es el precio que debes pagar por esos momentos de felicidad relativa. Por eso llega el momento en que eres tú el que pierde el metro, el que pisa la mierda de perro en la acera o el que recibe el globo de agua. Esto no debe ser visto como algo negativo, puesto que siempre podría ser peor, siempre podrías caer a las vías, pisar una mierda de vaca o recibir un globo de agua y harina. Hay que reírse de estas cosas. En su puta cara. Siempre habrá alguien que se ría de ti. Sólo hay que esperar a que llegue su hora.

Reconstrucción cochambrosa

miércoles, 3 de octubre de 2007

Aguaceros a la izquierda

El plan es sencillo. En realidad no se requiere a demasiada gente. Sólo necesitas la ronrisa de un público poco exigente. Tres años de edad deberían bastar. Una cosquilla aquí y allá, una voz exagerada o una simple caída ficticia. Ya está. Tienes como recompensa una sonrisa limpia e inmaculada. Y sin tan siquiera saberlo te está dando una razón más para jugártela a una mano. Pones todas las fichas sobre la mesa. Sabes que ganarás.

Desconectar. Esa era una de las razones a la hora de partir. Y desconecté. Salí de la tumba en la que me metía cada mañana para levantarme cada noche. Decidí tirar para mi tierra que no es mi tierra pero que lo es y lo sabe. Una semana en el paraíso no es tiempo suficiente como para apreciarlo, pero sí para que te enganche. Uno nunca sabe con qué se va a encontrar y la sorpresa es inmediata. Asturias es otro mundo. Tras pasar el último de los túneles cambia el fotograma, todo es verde, húmedo, vivo. Tengo que contener el aliento y abrir los ojos como platos. He pasado por allí mil veces y siempre tengo la misma sensación.

La simple imagen de una persona y media esperándome en la estación es la culpable, la que me hace dudar y perder la cuenta, no sé cuál es mi hogar. Él y ella, ella, correción y compadreo, y él, obra maestra fruto de cuatro años de cuidados y atenciones. Benditos sean. Y entonces vienen las comidas, las cenas, los abrazos, las conversaciones, los mimos y las coñas. Y todo es igual y distinto que otras veces. Sales a darte una vuelta y te encuentras con una estatua a tamaño real de Woody Allen, con un enorme culo de Úrculo e incluso con gordas de Botero... Deliciosa lluvia criminal, frío y calor. Las calles se corresponden con las fotos del menú, como en esos escasos restaurantes. Oviedo... Aguaceros a la izquierda. Un contraste de formas absoluto que termina por enriquecerme. Y yo con techo, sopa y pase VIP... uno nunca sabe la suerte que tiene.

Y cuando quieres recordar estás comprando el billete de vuelta...

Con el regustete amargo de la despedida abandoné aquel ambiente de lujos y alegrías. Maldito futuro. Siempre incordiando. Adiós al buche rebosante, a las camas de dos por dos, al placer de no hacer nada más allá de contemplar, simplemente contemplar. Juré volver tras el último adiós, mientras me fijaba en el bolsillo de la camisa. Mi corazón está dividido, para bien, que cada uno coja su trozo, me lo quitan de las manos.

Como esa pequeña porción que el tito Knopfler logra pillarse con cada nuevo disco...

Davidenco toca el oro

You’ll find me in Madame Geneva’s
keeping the demons at bay

There’s nothing like gin for drowning them in

but they’ll always be back on a hanging day

viernes, 21 de septiembre de 2007

lunes, 17 de septiembre de 2007

Maremotos Verbales - Vol.17

En mi casa, hace dos días:


(Llaman a la puerta. Abro.)

SEÑORES DIVINOS
Hola. ¿Lees la Biblia?

MARCOS
No.

SEÑORES DIVINOS
Nos preguntábamos si estabas interesado en el libro sagrado.

MARCOS
No.

SEÑORES DIVINOS
Ya... ¿No eres una persona religiosa?

MARCOS
No.

SEÑORES DIVINOS
Si no es indiscreción, ¿no crees en Dios?

MARCOS
No.

SEÑORES DIVINOS
¿Podrías decirnos por qué?

MARCOS
Fácil. Sólo tengo que echar un vistazo alrededor.

SEÑORES DIVINOS
Vaya... Sentimos mucho que te haya pasado algo... No sabíamos...

MARCOS
¿A mí? A mí no me ha pasado nada. Yo soy un grano de arroz.

SEÑORES DIVINOS
Si te refieres al "mundo de puertas afuera"...

MARCOS
Vuestro Dios es un sanguinario.

SEÑORES DIVINOS
Nos entristece que pienses así. Realmente te interesaría leer la Biblia. Ahí están las respuestas a tus preguntas.

MARCOS
¿Ahí está la respuesta a lo que está pasando?

SEÑORES DIVINOS
Te entendemos. Verás. Nosotros tenemos la respuesta a por qué Dios mantiene esta actitud con nosotros en estos tiempos, y si tú...

MARCOS
Por ahí vais mal. Mirad, no vais a conseguir nada. Lo siento.

SEÑORES DIVINOS
Respetamos tu elección.

MARCOS
Yo también la vuestra, y si me disculpáis...

SEÑORES DIVINOS
Adiós.

MARCOS
Eso mismo.


INFO:
Generalmente nunca abro la puerta, pero esta vez tenía ganas de marcha.
Vendedores de Biblias.
Vendedores de esperanza.
Embaucadores a domicilio.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Compostura

Alzó la mirada y respiró aliviado al descubrir que se encontraba en la penúltima estación de su aburrido recorrido. El pitido que anuncia el inminente cierre de puertas comenzó a sonar, enturbiando la mirada de un par de individuos que corrían a lo lejos. Este no iba a ser su tren y ello siempre da pie a que una impaciente sonrisa pida número. Justo cuando sus comisuras comenzaron a expandirse, la puerta que había a su lado se abrió para dejar salir a un cualquiera. Aquel par de dos consiguió entrar, acalorados por la caminata, y mientras abandonaba el proyecto de sonrisa contempló atónito cómo se colaba tan risueña en el vagón una linda avispa. Unos segundos bastaron para olvidarse de su presencia. Fue entonces cuando, no contenta con viajar de gratis, la avispa tuvo el capricho de posarse sobre el nudillo de su índice derecho. Habiendo notado un pequeño pinchazo, aunque sin identificar el motivo, soltó el periódico sigiloso y trató de rascar la zona del impacto como si de un simple picor se tratara. El tacto de un organismo de vida ajeno le hizo sospechar que por allí andaba algún insecto y por mero instinto trató de aplastarlo cual mosca. Cuando decidió dar con su cabeza el giro oportuno para comprobar de qué iba la película vio que la avispa se encontraba atrapada entre su pulgar y el nudillo. Nuestro héroe, antes que gritar y montar la escena en plan zorri, mantuvo la compostura y cedió en la presión que ejercía el pulgar, logrando así que la avispa cogiera carretera y manta saliendo por donde entró, justo en el instante en que las puertas se cerraban y el metro se disponía a seguir con su andadura.

En cuestión de segundos había pasado de estar sentado plácidamente pensando en la chorrada de turno a rabiar de dolor gracias a un aguijón que giraba adentrándose en su piel, poco a poco, diminuto. No podía creerlo. La voz enlatada pregonaba en todos los vagones el nombre de su última parada a la vez que una avispa moribunda contaba sus últimos minutos buscando desesperada una boca de metro, abocada a una muerte segura.

Ejemplo de avispa cojonera

Mientras el resto de mi figura reposaba tranquila sobre el asiento del metro y mis manos se encontraban ocupadas pasando las páginas de un gratuito, quiso una avispa, más chula que un ocho, dejar su huella en la epidermis de algún viajante descuidado. Aquella resultó ser la primera picadura... Y el fulano, maldita mi suerte, tuvo que tener mi nombre y apellidos.

lunes, 10 de septiembre de 2007

TextoD´sLow

Las relaciones son como el mar: bonitas, infinitas, y hasta te pueden enamorar. Sólo una diferencia parte las similitudes... (amén del sexo, que aunque practicable al son de las olas, nunca se dio el caso de follarse el Mediterráneo, ni cualquier otro) la regularidad.

Al comenzar la época veraniega todo cristo pierde el culo por lanzarse a cualquier costa. Los requisitos son sal y agua, el resto es lo de menos. Por un tiempo se disfruta del ambiente, la humedad, las ahogadillas y chapoteos acompañados de los adorables sollozos de los niños atacados por medusas o que han sufrido la recentísima pérdida del fuerte de arena construido con sus empapadas manos, vivienda temporal de los Playmovils y de algún Action Man. Pero llega la despedida. Es dura, pero normalmente tu bolsillo lo agradece, y esto provoca ciertos momentos de tristeza y nostalgia en el viaje de vuelta, justo mientras ves una panorámica del trocito de tierra que has habitado algunos días con sus chiringuitos, sus olas y sus escenas de topless. Sabes que echarás de menos cada hora pasada, desde la llegada hasta la ida, y también sabes que debes irte. El resto del año, salvando la escapadita del fin de semana libre, el domingo con ganas de hacer kilómetros o al tipo del anuncio de BMW, no lo volverás a ver hasta el próximo verano por lo menos. En el transcurso de esos meses no cambia tu relación con el mar ni tu opinión sobre él. El mar te gusta o no te gusta... tampoco es difícil.

Y aquí entran las relaciones. Nunca he entendido por qué debe existir una relación constante. Es comprensible que la mayoría no entienda este punto de vista, ni que lo comparta, pero tampoco resultaría tan grave como para retirar un saludo que siempre fue tan de agradecer. La amistad tiene sus vaivenes... a veces me paso con los tiempos muertos, supongo, lo que no significa que sienta algo distinto a lo que demuestre.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Un perro andaluz

Un chucho jadea a diez metros de mí mientras penetra con fuerza a su novia, dentro de un corralito de arena cercado. Estoy aquí sentado y no puedo evitar fijarme en cómo se trajina a la perra en un mete y saca asesino y brutal. Uno-dos, uno-dos. Di que sí, perrito.

Salgo de la inopia, miro mi entrepierna. No estoy cachondo. No. Lo que veo en lugar de erección es un tocho bastante contundente de folios manchados de caprichosa tinta en forma de letras. Son los apuntes de mi próximo examen, en este eterno mes de septiembre. Entre otros motivos, he querido venir a este bonito parque a estudiar, en un intento desesperado por que pasara algo, una cagada de pájaro en mi camiseta bastaría, encontrarme con las migajas de un suceder por el camino, cualquier cosa que lograra abstraerme, llevarme a otro lugar, sacarme de la tediosa monotonía... Dormir. Comer. Estudiar. Ver la tele. Cumplir con la agenda del Roca. La mierda de siempre. Y luego cenar, estudiar, ver la tele. Pasar la noche en vela, solo conmigo, el tío más aburrido que conozco. Y entonces busco y buceo, tanteo mi otra mitad, cuento mis pasos, varios en falso, me arrepiento. Y malvivo y malcomo y mal duermo. Dejo a la Luna insatisfecha y le doy un portazo al Sol.

Reparo en el cartel que hay junto a la verja del corralito: un dibujo de un perro echando una meada. En efecto, he ido a parar al típico banco donde los dueños esperan a que su mascota termine de choronguear. No los tengo que buscar, allí están, charlando. Vuelvo al corralito. Miro de nuevo el cartel, perro meando. Alzo la vista. Estos dos no están meando. Lo que tengo delante es una casa de citas perruna. Son un par de perros chingando entre su propia mierda. Pero lo interesante no es que ante mí tenga un espectáculo de parafilias inusitado (zoofilia y coprofilia, al fin unidos), sino el subtítulo que acompaña al dibujo del cartel: ya tienes tu lugar. ¿Se refieren al perro... o al dueño?

Echando mal las cuentas me quedan a penas dos exámenes que pasar, y mi cabeza está a mil kilómetros de aquí, de dondequiera que deba estar. Siempre haciendo las Américas, por una cosa u otra. Y siempre dejándome solo, mirando por ella, tratando de sacar fuerzas de donde no las hay. Fuerzas..., yo, que lo único musculado que tengo en mi haber es mi brazo pajero y una copia en VHS de "Demolition man". Hago lo que puedo. Así que me siento y miro, y no me concentro y escribo. Escribo esto en lugar de estar haciendo mil cosas pendientes en lugar de estar estudiando.

Los chuchos terminaron, empapados en babas y sangre. ¿Pasión o sesión de sado-maso? Se les ve muy contentos, así que puede que las dos. Vuelvo a casa. Todo esto ha resultado ser un gran error. Creo que voy a dormir, desayunar y dormir, habrá tiempo para más desesperación después. Ya me sé este cuento. Mi cuento.

Tu lugar

Y pasan los años y uno no cambia. Y entonces te das cuenta de que eres así. Y cuantas más cosas te propones, menos cumples. Hoy he visto un lugar donde meter a gente como yo.

martes, 4 de septiembre de 2007

lunes, 3 de septiembre de 2007

Quisieron ser del viento

Este jeto no esconde cicatrices.
Por no tener, ni tengo coartada,
ni poso en la memoria, ni varices.
Tan sólo un palco en medio de la nada.

Maldita temporada en el infierno.
Maldigo malvivir haciendo pellas.
Mi vida ya no es vida sin cuaderno,
andando sin dejar atrás mis huellas.

La sombra de un pasado inexistente,
el tono asordinado de mi aliento,
ya no podrán lidiar con mi destino.

Hoy vuelvo a estar anclado en el presente,
palabras que quisieron ser del viento
anhelan iluminar mi camino.

lunes, 26 de febrero de 2007

Kaen

¿Gilipollas? En todos lados, desde estúpidos niñatos, hasta hay quien se pone helado en la punta del nabo. Variedad existe, toda la que quieras, de piedad sin embargo anda cojo el tema, es más fácil despotricar con maldad para triunfar entre colegas. ¿Una ronda de mentiras? Que más quisieras que las frases que dijeras un mal día no recuerdo si de borrachera y soltaras lo que realmente pensabas fueran mentira ¿no da pena? Condena cuantas veces quieras esta memoria, por aquella era eras diferente, ahora das más el cante ¿Porqué pusiste ese cartel fluorescente que pone "Tonto" en tu frente? Un mal pronto supongo, pero de repente patina en las letrinas de tu mente con orina la única neurona que cantaba felizmente con su eco cada día menos aparente y por tanto mucho más evidente. Querido Watson, vas de guasón por la vida esperando ver bajar a dios para regalarte los sentidos con una mamada... las llevas claras.

Como ex-compadre o ex-amigo, examino la situación, ¿Conclusión? esta última frase dejo como consejo: Disfruta y goza, toma la fruta prohibida desmenuzando o desglosando cada paso, mejillas solo hay dos y para cuando de mi barba emerja una perilla caerán tus mitos, tus clanes y partirá tu espalda la misma espada con la que parte el pan en su casa el Karma.