viernes, 1 de septiembre de 2006

Café

Hace unos días me movía inquieto en el taburete. Decidí echar un vistazo a mi zona ojetil y corroboré mis sospechas: tenía el culo cuadrado. Para aliviar el peso que mis posaderas tienen que aguantar cuando al bueno de su criador y mejor amigo le da por sentarse a organizar escritos, puse firme mi esqueleto y me dirigí a la despensa. Tras propinarme los consiguientes masajes anales, eché un vistazo prolongando en ese mágico momento en que tienes que elegir algo que llevarte a la boca ante una despensa llena. Mmm… Patatas fritas… Crispis… Mmm… ¡Oh! Avellanas… Sí… Pero… Yo es que… CAFÉ. Encendí entonces la cafetera y esperé a que el agua se calentara, preparando mientras tanto la cantidad cafetil que consideré idónea para seguir almacenando datos en mi cabeza unas cuantas horas más, hasta ver que el Sol llamaba a mi puerta.

El café, al igual que la cerveza, es algo que no gusta la primera vez que se toma. A mí no me gustó, tuve que acostumbrar al paladar durante varias sesiones. Incluso rehuía de él, la primera vez que lo tomé fue únicamente buscando sus efectos trasnochaderos, cual drogata de pañal y biberón. Estaba dispuesto a suspender el examen de naturales de junio cuando mi madre recogió mi toalla del suelo y me dijo que con la ayuda del café lo conseguiría. Minutos más tarde estaba chutándome cafeína en cantidades industriales. Sabía a perros aquello del café, pero consiguió que pasara la noche estudiando y aprobara el examen con un maravilloso cuatro y medio, que se subió, por pena, a un cinco.

No tardé en arrastrar de nuevo mi cuerpo por tierras colombianas al encontrarme bajo las mismas condiciones estudiosas. Pero no era mi primera vez, amigos, y, como bien sabéis, siempre gusta más en las segundas que en las primeras. Así pues, con el tiempo he conseguido deleitarme ante el sabor de un buen café. Ha llegado a gustarme en todas sus variantes, sintiendo preferencia por el Capuchino, y prefiriéndolo, en cualquier caso, de máquina. Sin embargo, este bagaje mío, carente de cualquier interés, me ha llevado a notar algo, sobre todo en los últimos cafés albergados en mi estómago… algo que me obligaba a enfundar el pene recién sacado tras catar la primera gota del primer sorbo…

Entonces, como decía, el Sol decidió llamar a mi puerta cuando el vaso de café ya sólo lo poblaban dos maltrechos hielos a medio aguar. Me quedé mirando cómo el culo del vaso manchaba con su clásico círculo marrón mis apuntes y pensé que había descifrado por fin el problema de mi pérdida de erección cafeínica. Y es que hay cosas que tienen la peculiaridad de disfrutarse únicamente cuando te acompaña la gente que tiene que acompañarte. Es algo con lo que se podría generalizar. Pero amigos, el café es una de esas cosas que sólo se disfrutan de verdad cuando estás en compañía. Vale que, como todo, tenga sus momentos. No soy contrario a la soledad, la visito con frecuencia. Pero al igual que no es lo mismo beberse un café solo que con leche, no es lo mismo beberse un café solo que acompañado.

Vueltas en la mesa de un café jaenero

3 comentarios:

Peyn dijo...

Jojo, SI. El caso es que a mi el café no me convenció nunca... y aún así tomo alguno de año en año, por ver si mi paladar a la taza (chiste serie B) detecta el sabor que no ha logrado captar en estos años anteriores.

Anónimo dijo...

Soy un adicto al café, lo confieso, no perdono ni uno: café con mocca a las ocho menos veinte en el starbucks que hay debajo de la oficina, café con leche a las once en el descanso de media mañana, granizado de café después de comer y si ceno fuera de casa, otro.. Lo que quiero decir es.. ¿cómo es que no se me había ocurrido nunca escribir un post como éste sobre el café? ¡Maldición!

Marcos dijo...

Dioxanto... Veo que entre nuestras filas hay verdaderos cafeinómanos.

Lo mío con el café es algo de andar por casa actualmente. Mi época de completa y total adicción fue cuando entré en la universidad y hacía pellas exclusivamente para drogarme el las cafeteras todas las facultades con mi querido Bayo. Traíamos café de casa, nos dejabamos la pasta invitándonos, quedabamos por Jaén para probar cafeterías nuevas... Bueno, bueno, una locura...

Véase el antiquísimo post: http://sospechososdeasesinato.blogspot.com/2004/11/adictos-al-caf-invitada-especial.html