martes, 7 de marzo de 2006

El tren de la bruja

Una señora muy aseñorada se me acercó esta mañana a mi asiento. Olía a vieja y sus dientes anunciaban talones de importantes sumas invertidos en el dentista. "No deberías tener los pies ahí puestos". Yo estaba en mi mundo. Qué demonios, en mi galaxia. Por razones ajenas a mi empresa me veía obligado a acudir esta mañana una hora y cuarto antes de la cuenta a la universidad. Me había levantado a las jodidas seis y media de la mañana, durmiendo por ello tres horas escasas. No tenía ganas de nada ni de nadie. Los continuos bostezos interrumpían mis pocos minutos de sueño en el trayecto, y ahora esto. "Los que se sientan después se van a manchar por tu culpa", seguía diciéndome aquella voz quebrada. En ese momento reparé en que la arrugada señora se dirigía a mi persona. Ladeé mi cabeza y allí estaba ella. No pude responder nada. Francamente, me importaba tres, o incluso cuatro pares de cojones lo que me dijera aquella buena señora. Me limité a entonar un "vale" a lo que velozmente contestó "no, vale no, quita ahora mismo esos dos pies del asiento". Eché un vistazo. Nuevos Ministerios había dejado pelado el vagón, no asomaba ni una sola corbata por la zona. ¿Quién iba a emplear aquel jodido asiento en el cual reposaban mis pies tan alegremente? Salí de mi sueño y razoné. Mis botas estaban perfectamente limpias, estaba realmente a gusto, no había nadie alrededor, mi humor era el de un tipo que se acabara de quedar sin mujer, sin trabajo y sin coche, y (sobre todo) no había ningún maldito poli por la zona. Y una polla.

La pasa con patas y abrigo de piel se dirigió a su asiento (justo en la hilera de mi izquierda) con aires victoriosos y se puso a comentar con su compi del geriátrico su impresionante labor policial. Mientras tanto mis pies continuaban "manchando" el próximo culo sentante. Me dije "ni pa ti ni pa mí" y bajé sólo una pierna. Su mirada entonces denotó indignación, pero no volvió a sacarme la porra verbal. Básicamente se dedicó a despotricar durante el trayecto contra mí y mi pasotismo para más tarde generalizarlo a la juventud. Yo desenvainé desafiante mi periódico y me puse a leer el artículo sobre los Oscars. Quizás fue aquel aire rebelde en plan “la abuela rockera” lo que me hizo mantenerme indiferente ante tal reproche, o puede que mi espíritu contestatario y pancartista, no sé. Lo cierto es que no me paré a dialogar con mi yo aquella escena porque simplemente sabía que la vieja llevaba razón. Pero no me importaba. Sólo me hizo pensar que muy probablemente mi culo se estuviera manchando en aquel momento con la mierda de perro que pisó el nieto de aquella torrentiana buena señora ayer por la tarde. Son riesgos que debemos asumir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tu relato... ¡anda y que le den por culo a la vieja caprichosa, que ella lleva, por lo menos contaminando el planeta medio siglo más que tú!
Hay que ver qué tiquismiquis es la peña a veces.

Besiños ;)

Marcos dijo...

Pues sí... Aquel maquillaje no podía estar homologado por el Ministerio de Sanidad y no me quejé. Parece que esta semana va de brujas. Aventuras en el geriátrico.

Un abrazo!


PD: Para relato sobre viejas el de nuestro querido XL y su espermosidad...