jueves, 17 de agosto de 2006

Pasado

A lo que ocurre cuando no sabemos un porqué, solemos llamarlo destino. Una fuerza superior que genera tragedia o tristeza, sin más. Cuando alguien cercano muere, ya no se llama destino, no quieres pensar que el destino de alguien acabe con un final triste, aunque siempre es el mismo. No hay excepción. El gélido abrazo recibido al morir te transforma, dejas el presente para mudarte al pasado. Ahora hablan de ti en tiempos verbales más acordes a la situación, dejaste de ser “quien”, para convertirte en “que”.

Supones, algo más tarde de reaccionar, que el juego de la vida es un simple pasatiempo, la última hoja de un periódico escrito en un idioma que no llegas a comprender. Y mientras tú te entretienes en completar el crucigrama, las palabras que no comprendes siguen esperando recibir un sentido lógico, y no estático... esperando que descubras tu nombre en la esquela. Sin dejar de leer los sucesos.

Aceptar lo que significa el destino o la muerte en todos sus sentidos puede matarte, volverte loco… o te puede liberar.

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