viernes, 26 de octubre de 2007

A sílabas cuntadas

Uno de mis clásicos recursos regaleros, cuando el dinero escasea o cuando se me hacen de rogar, es dedicar un soneto, unas rimas que suplan el agravio de desplazarse a buscar algo que merezca la pena para el sujeto en cuestión. A veces sin venir a cuento, dedico poemas a gentes variopintas a las que ni yo entiendo por qué les he rendido pleitesía. Simplemente han despertado en mí una cierta curiosidad que desemboca en un par de endecasílabos, una tarde cualquiera, y me he sentido en la obligación de terminar la obra inconclusa, añadiendo bajo el título la dedicatoria.

Hace algún tiempo planeó sobre mi mente la idea de llevar a cabo un proyecto del todo suicida. La idea era hacer llegar de alguna manera una serie de sonetos a quien yo considerara oportuno, unos sonetos aún por escribir y sin necesidad de un orden distintivo. Los destintarios simplemente deberían tener o haber tenido algún tipo de enlace con mi persona, una vivencia, una época en común, un lazo familiar... Todo ello teniendo muy en cuenta que mi falta de experiencia haría palidecer al lector más acostumbrado a tratar con estos menesteres y que en el fondo no buscaría la crítica literaria, sino más bien que sepan que aún siguen vivos de alguna manera en mi cabeza.

Habiendo sumado ya un número consierable de sonetos dedicados (una buena muestra se encuentra en el Sector Poético de esta misma página), y posiblemente como autoimposición ante la necesidad del ejercicio, surgió esta idea de rellenar el tintero para hacer frente a una nueva colección de inéditos dedicados a dios sabe quién. Como idea no estaba mal, al menos para mí. Pero quise añadir un nuevo obstáculo, y resultó ser el empleo de cartas manuscritas a la hora de adjudicar las piezas.

Así, la que parecía una simple idea cervecera se convirtió en todo un acto romántico que empecé hace no mucho con la primera carta y bajo el título "A sílabas cuntadas - Sonetos por correspondencia". En muchos casos no he previsto contar con el beneplácito del destinatario, puesto que uno de los ingredientes de este pastel, quizás mi favorito, es poder hacer llegar rimas envenenadas a viejos y clásicos "enemigos". Todo vale, siempre y cuando se respeten unas reglas de moralidad y se lleve a rajatabla la métrica. En poesía el amor y el odio entran en la misma sala, se dan la mano e incluso brindan a la salud de su oponente.

Si quieres recibir una bonita dedicatoria siempre te queda el recurso de enviar "poema" al 7777. Si quieres jugártela a una carta, házmelo saber. Y si pasas olímpicamente de esto, has de tener en cuenta que es un proyecto a largo plazo y que, probablemente, dentro de algún tiempo recibas uno de mis andrajosos folios envuelto en una carta.

Trabajos de amor encontrados

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahhhh, escribir en papel, es otro punto de tu iniciativa, el sonido de un boli rascando el folio lamentablemente se está perdiendo.
Desde que conozco el blog me ha llamado la atención tu facilidad para componer sonetos (o quizás tardas horas en hacerlos, pero al leerlos resultan espontáneos), espero que los destinatarios lo merezcan...

Marcos dijo...

La verdad más verdadera es que por lo general muchos se suelen "atravesar" haciendo que el ejercicio se prolongue unas horas (los hay de días), pero, casi siempre, los que terminan convenciéndome son los que han salido verso a verso sin interrupción...

Me gusta saber que resultan espontáneos. Algún día encontraré la rima chuchil idónea, algún día...

Anónimo dijo...

"La Lista de Ramírez" promete sonrisas y lágrimas. Los buzones tiemblan. Suerte con tu pantagruesca empresa.

Saludos a todos,

PD: una pregunta tontuna: Chucho, ¿tiene tu nick algo que ver con el intérprete popero Fernando Alfaro?

Marcos dijo...

La alusión cinematográfica entrecomillada me resulta del todo grotesca. No habrá ninguna lágrima, si acaso alguna lúgubre sonrisa tras lograr recordar quién demonios era el remitente.

Saludetes.

Anónimo dijo...

Anda, no había visto la pregunta de Louse, el nick no tiene nada que ver con Fernando Alfaro (ni siquiera sé quién es), Chucho es por la canción homónima del grupo madrileño Le Punk.