viernes, 26 de septiembre de 2008
Dos Claveles
domingo, 8 de junio de 2008
Condemores
el mejor de los no correspondidos,
pero hoy quiero nombrar más condemores
que supieron provocar mis gemidos:
Juaneto y su malicia deliciosa.
Villanuevos, con Kike a la cabeza.
Familia, qué fama tan deshonrosa...
os mojo el apellido con cerveza.
Chucho se rasca cuando a mí me pica.
Louse-deluxe, el mismo nombre lo indica.
Pantuflas Joe, also known as Follonero.
No sé por qué será, pero me cuesta
tirar sin vuestra cita manifiesta,
cada vez que me subo al Cañonero.
viernes, 25 de abril de 2008
Lyapunov
martes, 22 de enero de 2008
Más
Es impresionante lo asquerosa que puede resultar la vida. Reconozco que por supuesto tiene su lado bueno, si no resultara ser la mierda que es… el resto de gilipolleces no nos serían tan cercanas ni atractivas. Ese ritmo es el culpable de que nos acostumbremos a maravillarnos con cualquier porquería a la que no tengamos acceso ninguno, como un coche cojonudo con un huevo de extras que hacen poco menos que una paja automatizada con regularizador de presión para las más gruesas o un portentoso chalet adosado valorado en el equivalente a un par de años poniendo el culo en cualquier esquina oscura. Esas pequeñas cosas hacen que nos levantemos por la mañana, sueños por mejorar algo que llamamos “calidad de vida”. ¿Por qué conformarnos con un ventilador si podemos comprar un aparato de aire acondicionado que apenas llega a los 3.000 euros? Nadie sabe decir que no a esa mierda. Lamentablemente la mayoría vivimos en un mundo super-guay en el que quien quiera puede ser lo que quiera cuando, amigos, esa es la puta engañifa culpable de hacernos levantar cada mañana.
Resulta repulsivo que nos mueva ese sentimiento de “quiero más”… pero qué coño, yo me apunto.
domingo, 16 de diciembre de 2007
Bien pudo ser Galatea
Numerosos envoltorios y desechos de la noche anterior crean flashbacks en mi cabeza. El tomate en un calcetín, el cojín, justo donde cayó, su tenedor, sucio, pero no sucio, sino churretoso, como a ella le gusta dejarlo. La silla en mitad de la alfombra. Las sábanas dibujando su última postura, y la almohada, que me devuelve el olor, su olor. Es el olor de su colonia o es el de su cuerpo... jamás los supe distinguir. Son uno: es su olor, y cuando lo huelo sé que es de ella, porque no hay otro igual, porque, como un animal, sabría reconocerla hasta con los ojos vendados. Y hay más: una guitarra mal colocada. Dos vasos vacíos. Una pila de cacharros que nunca dejé que lavara. Insistió las veces justas, las conté y los dos sabíamos que no los lavaría, porque yo nunca quiero que lo haga, porque sé perfectamente que lo haría.
Y nunca se deja nada salvo esas pequeñas cosas. Suficientes para que nadie más que yo sepa que ha estado, el tiempo que haya estado, el necesario como para que quiera volver a estarlo. No se ha dejado nada, nada que cualquiera se hubiera dejado... ni la cartera, ni la pulsera, ni el reloj. Se ha dejado en la repisa el disco que estuvo mirando, el pijama doblado, la manta deshecha. Me ha dejado con un cepillo de dientes mojado, con una película a medias.
En la nevera está el postre que nunca se tomó. En mi estantería el hueco de la última película que quise que viera. Me ha dejado sin ella y mi cara representa el desencaje, con la mirada de quien busca y no encuentra. Y aunque ella no lo sepa, nunca puedo esconderme de su ausencia.

lunes, 3 de diciembre de 2007
Helarte de dormir
Pero amigos, es suficiente saber que me debo despertar a una hora determinada, que no habrá más cojones, que hay que dormir al grito de ¡ya!, para pasar la jodida noche en vela. Quizás pequé demasiado apurando el reloj hasta las seis y media, hora a la que supe que sería una "noche de esas". No hay ovejas que valgan en ese momento, estoy perdido. Decidí girarme, hacia un lado, hacia el otro, una vez más... Nada. Metí las manos bajo la almohada y traté de darle a la imaginación. Me estaba poniendo nervioso por momentos. Respiré hondo y relajé la espalda. El viejo truco, pensé, y una recopilación de mis mejores momentos eróticos en edición coleccionista pasó por mi cabeza, aquello había conseguido hacerme dormir tantas veces con una sonrisa en la boca que parecía mi última salida; tan sólo logré conseguir una erección de caballo, acompañada por el consiguiente bochorno de pensar que tenía a mi querido primo a menos de un metro de mí. En algunos países aquello tendría cárcel como mínimo, así que traté de cambiar de táctica: me puse boca abajo. Siempre me había parecido una postura de lo más incómoda para dormir, y más ahora que estaba medio follándome el colchón, pero tenía que intentarlo. Y cuando parece que lo voy a conseguir mi primo cambia de postura y agarra un ritmo de respiración de lo más vehemente. Como respuesta opto por otra vieja táctica, de lado y con un brazo tapando la oreja descubierta. Con un poco más de paciencia todo llegaría a su fin.
Pero uno es curioso, y no pude evitar mirar el reloj... las putas siete y media de la mañana. Cinco horas de sueño en el mejor de los casos. Trato de calmarme fumándome la almohada. Retraso el despertador media hora, como queriéndome engañar aún a sabiendas de que una actuación de ese estilo sólo logrará hacer que no me duerma en la siguiente media hora. Qué le vamos a hacer, soy así. Pero digo ¡qué demonios!, me pongo panza arriba y pienso en verdes praderas, en dulces ciervos saltando vallas, en la brisa mañanera primaveral y en aquellos dos colibríes que se hicieron carantoñas en la rama de un bonito roble... Mi primo empieza a roncar y yo no me lo puedo creer. Trato de hacer ruiditos ridículos en su oreja con el nefasto resultado de acrecentar sus rugidos. Le intento despertar sin éxito y termino por girarle completamente. Consigo que pare, me acuesto y vuelve a empezar. A la mierda. Me voy al sofá.
Tras realizar el Kama Sutra hasta encontrar la posturita me doy cuenta de que se me está poniendo mal cuerpo. Mi tripa baila al son de ritmos africanos y cuando pido unirme a la fiesta no me dejan entrar por llevar calcetines blancos. Voy a por le botiquín y me tomo un Almax. ¿Por qué? ¡Yo qué sé! Vuelvo y todo sigue igual. El reloj marca las ocho y pico de la mañana y me obligo a reprimir un par de lágrimas que amenazan tormenta... Finalmente me levanto y empiezo a dar vueltas, a pensar en todo a la vez, a tocarme las pelotas. Exhausto después de tanta mierda vuelvo a mis aposentos y contemplo a mi primo. Le envidio. Envidio a toda esa gente capaz de dormirse en cualquier esquina, bajo cualquier condición... y como queriendo imitarlos caigo rendido en la primera postura y me meto de lleno en el más profundo sueño que había tenido desde hacía meses... tres horas después el despertador anunciaba el inicio de un nuevo día.
Pase lo que pase, siempre amanece. Y esa es la única verdad.

martes, 20 de noviembre de 2007
Maremotos Verbales - Vol.18
MARCOS
Buenas.
VECINA PERRUNA
Hola.
MARCOS
¿A qué piso va?
VECINA PERRUNA
Al tercero.
(Marco los pisos. Pasados dos segundos el perro me olfatea y me mira cariñosamente. Ambos sonreímos. El perro desenfunda y comienza a follarse mi pierna ante la pasividad de su dueña.)
MARCOS
Esto...
VECINA PERRUNA
(Como si nada.)
¡Bueno va! Jaja... No lo entiendo...
MARCOS
Me va a ensuciar...
VECINA PERRUNA
¿Tienes perro?
MARCOS
No.
VECINA PERRUNA
Pues no sé, chico... Se supone que en esta época ya no debería estar así...
MARCOS
Conmigo ha hecho una excepción. Suele pasarme a menudo.
(Llegan a su piso y se bajan. El perro y yo nos despedimos guiñándonos un ojo.)
Polvos de ascensor. Quién dijo miedo.
Mi bloque está lleno de pirados (me incluyo).